sábado, 24 de noviembre de 2012

Una cuestión de olor



  Siguiendo con las historias de citas a ciegas que les he relatado durante las últimas semanas, recuerdo una que tuve con un chiquillo bien simpático.
  El tipo no era feo, pero tampoco digamos que bruto que guapo. Sin embargo, era de conversa fácil y, lo más importante, escuchaba todo lo que yo decía.
  Nos llevamos bien a la primera y nos reíamos mucho en nuestros encuentros, pero igual hubo un pero: no me gusto su olor.
  No es que el tipo fuera hediondo. Se notaba que era de los que se baña todos los días y no se repite el calzoncillo… era más bien una cuestión de PH.
  No había caso, podía estar con él en el mismo lugar, pero no cerca, porque su olor me producía rechazo. Ni con 20 piscolas me lo hubiera agarrado. 
  Y para peor, cuando se ponía perfume hacia una mezcla fatal.
  Al rato descubrí que el problema era de mi olfato y no de él, porque se lo presente a una amiga y además de encontrarlo olorosito, lo encontró rico… y se lo comió con aroma y todo.
  Esta situación me provoco una gran duda y leí cuanto articulo pille por ahí sobre la química y el olor.
  Al final, concluí que el asunto entre el, su aroma y yo, era pura falta de atracción carnal y que no estábamos predestinados por la naturaleza a procrear.
  En cambio, con mi amiga, tuvieron tres niños rosados, felices y de rica fragancia.
  Por eso, si no te gusta el olor de alguien, mejor hazte a un lado, porque menos te va a gustar como te besa o como te hace la cochina.

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