Hace tiempo tuve una amiga a la que quería de verdad, como dice la
canción.
Íbamos juntas a todas, la uña y la mugre y el poto con el calzón
quedaban chicos al lado de nuestra unida amistad.
Hasta que la muy señora del zorro empezó a competir conmigo por la
atención de los Minos y le daba lo mismo pisotearme por quedarse con el cetro a
la más linda del lugar.
Primero empezó con su show cuando salíamos juntas a las discos. Apenas
veía que algún guachito rico se me acercaba coquetón, ella se interponía y se
regalaba en bandeja con tal que el macho en cuestión dejara de pescarme.
Trate de no darle mayor importancia
porque a pesar de sus innumerables boicot, no me faltaba donde comer. Hasta que
conocí a un galán más lindo que el sol y me enamore.
Pero la “buena” de mi amiga no paraba de coquetearle cada vez que lo
veía y le importaba un comino que yo estuviera presente.
Sin importarle mis sentimientos empezó a esparcir el rumor de que mi
mino se la joteaba y en el carrete de mi cumpleaños, la vi tirándose encima de
mi pololo (que estaba más cocido que botón de oro) para besarlo.
De las mechas la saque de mi casa y la mande al sicólogo para que se
tratara sus problemas de autoestima.
De paso, eche también a mi pololo por haberse dejado querer y no haberle
hecho nunca un párele a la califa de mi ahora ex partner.
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